GoPro

¿Qué pasó con GoPro? Cómo el fundador mismo destruyó la compañía

Hoy toca historia que deja cicatriz.
GoPro lo tuvo todo, lo perdió casi todo… y encontró el camino de regreso.

GoPro no nació en un garaje, pero sí en una tabla de surf. A finales de los 90, Nick Woodman estaba por perder su carrera como emprendedor: dos startups fallidas, inversionistas molestos y su propio dinero evaporado.

Así que hizo lo que muchos harían con 28 años y una crisis existencial: se fue a surfear por Australia e Indonesia.

Fue en ese viaje donde se dio cuenta de algo. Capturar esos momentos épicos en el agua era casi imposible si no tenías a un fotógrafo profesional esperándote en la orilla. Si ibas solo, no había forma de mostrar lo que habías vivido.

Esa frustración fue su momento eureka: ¿y si existiera una cámara pequeña, resistente y que pudieras llevar encima mientras surfeabas?

Volvió a casa con la idea. Revendió cinturones comprados en Asia, le pidió dinero a su papá ($200 mil dólares) y en 2004 lanzó su primera cámara: una de 35 mm con correa y carcasa impermeable. Así nació GoPro.

Nick empezó vendiendo en tiendas de surf. En un año, facturó $150 mil dólares. Al siguiente, apareció en televisión y duplicó ingresos. En 2006 llegó el Hero Digital, que grababa clips de 10 segundos. Se veía horrible, pero funcionaba.

Y en 2012, con la Hero 3, explotó todo: más liviana, Wi-Fi, 4K. Las redes se llenaron de videos extremos. GoPro se convirtió en sinónimo de aventura. No necesitaban publicidad. Habían creado una categoría. Para 2012, GoPro había vendido 2.3 millones de cámaras.

Un año después, Foxconn (fabrica de electrónicos) invirtió $200 millones y valuó la empresa en mil millones. En 2014, GoPro salió a bolsa con una valuación de $3,000 millones. En 2015, su mejor año, ingresaron $1,600 millones. Pero ahí empezaron los problemas.

Creyeron que podían ser más que una marca de cámaras. Lanzaron apps, producciones con Red Bull y ESPN, incluso su propia plataforma de contenido. Pero el público no quería eso.

Tampoco ayudaba que sacaran demasiados modelos, con nombres confusos y precios mal estudiados. No bajaban los precios de las versiones anteriores y el consumidor ya no entendía qué estaba comprando.

Para colmo, mientras la empresa tropezaba, Nick se asignaba un sueldo de $285 millones al año. Era el CEO mejor pagado de Estados Unidos. Se compraba yates, mansiones y autos vintage, mientras su empresa se hundía.

Pero, la competencia llegó: DJI, Insta360, cámaras chinas más baratas, consumían y amenazaban el mercado. Y cuando intentaron entrar al mercado de drones, fue un desastre. Fallaban, se caían. Los retiraron. Y terminaron perdiendo $96 millones de dólares.

En ese punto, Nick despertó. Despidió a 500 empleados, cerró la división de contenido y volvió al foco: cámaras. Mejoraron lo que importaba: estabilización, audio, interfaz.

Apostaron por ventas directas online y lanzaron un sistema de suscripción que incluía almacenamiento en la nube y reemplazo de equipo. Hoy, eso les deja más margen que las propias cámaras.

GoPro ya no es viral como en 2012. El boom de los videos extremos pasó. Pero sigue viva. Es una marca de nicho, enfocada en los que todavía quieren registrar aventuras reales. Y eso, en un mundo de filtros y simulaciones, sigue teniendo valor.

La historia de GoPro es una lección simple: cuando te alejas de lo que te hizo grande, pierdes el rumbo. Pero si sabes volver, todavía puedes ganar.

Si sentiste que últimamente todo está más caro —no solo el cine—, este otro artículo te puede ayudar a entender por qué: léelo completo aquí.