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Wish
La app más descargada del mundo que ya nadie usa


Wish lo hizo todo mal… y aun así fue un éxito. Hasta que dejó de serlo y se desplomó más rápido que sus envíos desde China.
Durante años, los anuncios de Wish fueron imposibles de ignorar. Aparecían en todas las redes sociales con productos tan absurdos que uno no sabía si eran reales o parte de un experimento. Protectores de celular con forma de gato, medicamento para adelgazar, podías encontrar un Apple Watch por $2 dólares.
Eran tan virales que se convirtieron en su propio subgénero en YouTube, y por un tiempo, eso fue suficiente para hacer de Wish la app de compras más descargada del mundo. Pero mientras sus anuncios captaban todas las miradas, lo que ocurría dentro de la empresa era aún más extraño.

Así se veía la publicidad que hizo viral a Wish.
Wish nació en 2010 bajo el nombre de ContextLogic, fundada por Peter Szulczewski, un exingeniero de Google especializado en algoritmos de publicidad. Tras dejar la empresa, pasó meses programando un sistema capaz de predecir lo que una persona podía querer comprar solo observando su comportamiento de navegación. En ese momento, era tecnología adelantada a su tiempo.
Su potencial atrajo $1.7 millones de dólares en capital inicial y, poco después, una oferta de 20 millones por parte de Facebook para integrar el algoritmo a su sistema de anuncios. Pero Szulczewski la rechazó.
Los inversionistas estaban furiosos, pero él tenía otra visión. Cambió el enfoque, transformó la compañía en Wishwall, una app donde los usuarios solo podían guardar productos en listas de deseos, sin posibilidad de comprarlos. Sorprendentemente, funcionó.
Pronto, Szulczewski comenzó a contactar a fabricantes en China ofreciéndoles acceso gratuito a su creciente base de usuarios a cambio de bajar precios. Wish no cobraba comisiones ni manejaba inventario ni logística, solo conectaba demanda con oferta.
En poco tiempo se convirtió en uno de los marketplaces más grandes del mundo, un intermediario que crecía sin preocuparse por rentabilidad, siguiendo la lógica clásica de Silicon Valley. “Crecer lo más rápido posible y ya después encontrar la forma de ganar dinero”.
En 2016, ese crecimiento llamó la atención de gigantes. Jeff Bezos lo invitó a una reunión privada en Amazon, y aunque nadie sabe exactamente qué se dijo, se rumoreaba que Bezos quería comprar Wish por $10,000 millones de dólares.
Alibaba también ofreció lo mismo. En ese momento, la empresa valía solo $3,000 millones según sus inversionistas, pero Szulczewski dijo que no. Soñaba con que Wish moviera $100,000 millones en ventas brutas, una cuarta parte de lo que vende Walmart. Y en ese momento, no parecía imposible.
Los ingresos se duplicaron en 2018, alcanzando los $1,900 millones. La app tenía más de 400 millones de usuarios, era la más descargada en su categoría y ocupaba el tercer lugar en volumen de ventas en Estados Unidos. En 2020, finalmente, llegó la salida a bolsa. Wish recaudó $1.100 millones y fue valuada en $14,100 millones de dólares. Estaba en su punto más alto.

De 14,100 millones a 173. El desplome en cifras.
Incluso, Wish gasto $100 millones de dólares en anuncios en Facebook en una campaña agresiva para ganar el mercado y los clientes.
Pero el modelo tenía grietas. Wish no estaba optimizado para vender, sino para generar clics. Si un producto era tan ridículo que detenía tu scroll, el algoritmo lo interpretaba como una victoria y te mostraba más como ese. Durante años, fue el mayor anunciante de Facebook e Instagram, pero no generaba beneficios.
Por cada dólar que ingresaba, gastaba dos. Su margen era de -100 %. Y entonces llegó la pandemia. Mientras otras empresas de e-commerce explotaban, la estrategia de Wish colapsó. Los anuncios digitales se encarecieron, la competencia se multiplicó y lo que antes era su ventaja se volvió insostenible.
En 2020 alcanzó su pico con 2,500 millones en ingresos, pero perdió más de 600 millones. En 2021 perdió $500 millones más, y en 2022 superó los $1,000 millones. Pero más allá de los números, había un problema más profundo. Nadie era leal a la plataforma.
Los usuarios no amaban Wish, solo las ofertas. Y eso no bastaba, especialmente cuando competías contra Amazon o contra Temu, un nuevo rival respaldado por Pinduoduo, una gigante china con recursos casi ilimitados. Temu era más confiable, con mejores precios y logística más clara. En menos de un año, ya se estaba anunciando en el Super Bowl.
Wish intentó reaccionar. Contrató ejecutivos de Google y Shutterfly, rediseñó la app, mejoró un poco el soporte, pero ya era tarde. Las quejas por estafas eran constantes.
En 2024, sin muchas opciones por delante, ContextLogic vendió Wish por apenas $173 millones de dólares a Qoo10, una plataforma de e-commerce del sudeste asiático que se declaró en bancarrota meses después. La misma empresa que años antes rechazó una oferta de 10,000 millones, hoy vale casi nada.
Peter Szulczewski, por su parte, fundó una nueva empresa llamada Magic Ink y ha preferido mantenerse alejado del ojo público… y del comercio electrónico.

En un artículo reciente, contamos cómo el verdadero poder de Costco no está en vender marcas famosas, sino en crear las suyas: descúbrelo aquí.